Al rabel le tengo un cariño especial, fue un rabel el primer instrumento que salió de mis manos, y siento verdadera tristeza porque no se le da el valor que creo que tiene. Un instrumento que viniera de donde viniera, yo no lo tengo claro, se instaló entre nosotros , permaneciendo en casas humildes, adornando pórticos de iglesias y catedrales, coloreado en miniaturas en manos de juglares.
Seguramente años de decadencia le pudieron dar un carácter de instrumento menor, pero está en nuestras manos, las manos de los que construimos y las manos de los que los hacen sonar, poder cambiar esa tendencia.